
El enigma de Paris/ The Paris Enigma
by De Santis, PabloBuy New
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Summary
Excerpts
Novela
Capítulo Uno
Pablo De Santis nació en Buenos Aires en 1963. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires, y trabajó como periodista y guionista de historietas. Ha publicado más de diez libros para adolescentes, por los que ganó en 2004 el premio Konex de platino. También es autor de las novelas La traducción, Filosofía y Letras, El teatro de la memoria, El calígrafo de Voltaire y La sexta lámpara traducidas al francés, italiano, portugués, alemán, checo, griego, holandés y ruso. Con El enigma de París ganó el Premio Iberoamericano PlanetaCasa América de Narrativa 2007. Actualmente vive en Argentina.
Me llamo Sigmundo Salvatrio. Mi padre llegó a Buenos Aires desde un pueblo que está al norte de Génova y sobrevivió gracias al oficio de zapatero. Cuando se casó con mi madre, ya tenía su propia zapatería, especializada en calzado de hombre: no se daba maña con los zapatos de mujer. Muchas veces lo ayudé en sus tareas, y si hoy en nuestra profesión se habla de mi método para clasificar las huellas halladas en la escena del crimen (el método Salvatrio), debo esa invención a las horas que pasé con las hormas y las suelas. Investigadores y zapateros ven el mundo desde abajo, y unos y otros se ocupan de los pasos humanos en el momento en que estos se desvían del camino.
Mi padre no era afecto a los gastos excesivos: cada vez que mi madre reclamaba un dinero extra, Renzo Salvatrio anunciaba que íbamos a terminar por hervir las suelas de las botas, como según él habían hecho los soldados de Napoleón durante su campaña en Rusia. Pero a pesar de ese rasgo de su carácter o de su experiencia, hacía una vez por año un gasto extraordinario: en mi cumpleaños, me regalaba un rompecabezas. Comenzó con rompecabezas de cien piezas, pero luego fue aumentando la complejidad del juego hasta llegar a las 1500. Los rompecabezas, fabricados en Trieste, venían en cajas de madera, y cuando uno terminaba de armarlos descubría una acuarela del Domo de Milán, o del Partenón, o un antiguo plano con monstruos acechando los confines del mundo. A mi padre le parecía que los rompecabezas entrenaban la inteligencia y grababan imágenes imborrables. Yo tardaba muchos días en armarlos; él me ayudaba con entusiasmo pero en general se equivocaba de sitio, más atento a los colores que a la forma de la pieza. Yo lo dejaba hacer, pero corregía la posición cuando él estaba distraído.
"En nada se parece una investigación a un rompecabezas", aseguraba el que habría de ser mi maestro, Renato Craig. Y sin embargo fue este juego lo que me llevó a responder el aviso que el mismo Craig publicó en los diarios en febrero de 1888. Renato Craig, el famoso detective, el único de la ciudad, por primera vez expondría su saber ante un grupo de jóvenes. Durante un año, los elegidos aprenderían las artes de la investigación y estarían en condiciones de ser ayudantes de cualquier detective. Todavía conservo el recorte del diario; en la misma página donde estaba el aviso se anunciaba la llegada al país de un mago hindú llamado Kalidán.
El mensaje del detective me impresionó no solo por la convocatoria, sino porque sugería el hecho de que Craig, el solitario Craig, por fin estaba dispuesto a hablar con otros seres humanos sobre su experiencia. Craig era integrante de Los Doce Detectives, la asociación que reunía a los grandes detectives del mundo; cada miembro del club tenía su adlátere1, menos Craig. En la revista La Clave del Crimen, Craig había defendido a menudo su posición: los adláteres no eran imprescindibles, la soledad correspondía mejor al carácter del detective. Otro miembro del grupo, Viktor Arzaky, que era además su gran amigo, había sido el principal crítico de sus ideas. Que ahora Craig aceptara formar asistentes significaba una derrota para su concepción del oficio.
El enigma de ParisNovela. Copyright © by Pablo De Santis. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.
Excerpted from El Enigma de Paris by Pablo De Santis
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